Criaturas del Tiempo y del Espacio


Hace escasos días se cumplieron diez años del óbito de Barry Sheene, el piloto que parecía tener más vidas que un gato, mi ídolo y un tipo querido por millones de motoristas. Un cáncer sin piedad se lo llevo un diez de marzo. Parecía increíble, "hasta Barry Sheene murió, ahora ya me creo que todos terminaremos muriéndonos" dijo el gran Dennis Noyes. Pues sí, después de eso, todo era posible. Vivió y corrió muchas carreras pero se fue joven al final. Eso sí, nos dejó un impresionante legado, simbolizado quizá en su inmortal número siete. No solo dos campeonatos del mundo en 500, uno de 750 y varios subcampeonatos. Su actitud ante la vida y su coraje siempre me emocionaron. No fue el único piloto que nos emocionó pero sin duda las historias que me contaba mi padre de él, su particular carisma y verle correr en el Jarama a finales de los setenta fueron determinantes. En el verano de 1982, después de su terrible accidente en Silverstone, su leyenda se hizo aún más grande: sobrevivió al impacto y las radiografias de sus dos maltrechas piernas llenas de clavos y hierros dieron la vuelta al mundo. Algunos le daban por retirado... pero volvió a correr en 500 durante dos temporadas más. Recuerdo su cara en alguna de las fotografías, en la cama del hospital,  cubierto de yeso, fumando... y sonriendo, como siempre. Ese fue uno de sus mensajes favoritos: al mal tiempo buena cara, luchar y disfrutar hasta el final. La sonrisa eterna. Y no precisamente porque no viviera sinsabores a lo largo de su vida...

Pero no vamos a recordar penas hoy. Os voy a contar una anécdota que sucedió en nuestro querido Jarama, en uno de los GP de España de finales de los setenta. La protagonizaron mi amigo el Mudo, su madre, Carmencita y Barry (que chapurreaba el español). El diálogo fue así:

 -Pero hijo -preguntó con ternura Carmencita, nuestra mami favorita de los moteros- ¿qué hueso del cuerpo no tienes roto?
-Todos menos uno.. -contestó afable y en español Barry, apoyado en el suelo del box- ...¡pero no es hueso!
(Risas generalizadas)


Barry forever! Esos buenos tiempos pasaron, solo podemos rememorarlos de vez en cuando. El 2003 fue un año dramático para todos los amantes de las dos ruedas. También se fue prematuramente el joven héroe del TT, David Jeffries, cuyo mensaje en su epitafio resume perfectamente su actitud ante la vida y el sentir de, quizá, una inmensa mayoría de aventureros. También perdimos al admirado Katoh, el piloto destinado, por Honda y por sus incondicionales, a ser el primer nipón campeón del mundo de la categoria reina.


Mala temporada aquella de hace diez años... pero el tiempo es una flecha que no podemos detener. Los días pasan y cada temporada somos, obviamente, menos "competitivos", al menos en cuanto al "chasis". Parece inevitable sentir que el tiempo no corre, vuela. Parece inevitable sentir que somos criaturas del Tiempo y del Espacio. Van unidos pero muestran caras diferentes. El Espacio es la cinta en la que se mueve nuestra pasión. Es ese territorio que nos gusta conquistar siguiendo el afán de libertad y lucha que vivimos cada vez que olvidamos las demás dimensiones y rodamos en moto. El Tiempo es el contexto que nos envuelve, que nos mide, el que permitirá hacer balance al final. Si fuera infinito, si fueramos inmortales, si no pudieramos perder la vida cultivando nuestra pasión muchas de nuestras acciones tendrian escaso mérito, menos significado. Seria algo demasiado fácil y el universo no funciona así. Todo tiene un por qué. De nosotros depende cómo lo aprovechemos... por eso tenemos que VIVIR cada día porque cada jornada perdida no se recupera. Y pienso que no es solo cuestión de hacer muchas cosas, sino de portarse bien, de mirar sin ira, de no devolver siempre golpe por golpe, de intentar transitar y salir de este mundo con algo de clase y con la conciencia tranquila sabiendo que luchaste por ti y por los tuyos, intentando ser fiel a ti mismo y a tus convicciones. No siempre lo logramos, por supuesto, pero tenemos que buscar ese objetivo.

Uno de los pocos idolos de verdad que me quedan cerca, y vivo, es mi padre. Muchos lo conocéis. Intento no hablar demasiado de él, evitar ser pesado, pero hay momentos en que reflexiono sobre todo lo que ha vivido y pienso cuantos libritos podrias llenar con sus páginas vitales. Actualmente estoy terminando de pasar a Word un pequeño escrito de anécdotas y recuerdos que redacto en su Olivetti hace unos años, como "herencia" para sus nietos y amigos. Apenas recopila unas cuantas docenas de vivencias pero da gusto leerlo y observar las fotos. Recorre aventuras, carreras y viajes desde la década de los sesenta hasta los primeros años de este nuevo milenio. Menuda vida llena de experiencias. Cuando lo pienso, sinceramente, me cuesta hacerme una idea exacta. Vivió de cerca (como tantos) una trágica posguerra, vivió a pie de calle la fundación de marcas como Montesa, luego Bultaco... vió en el Retiro, y en otros circuitos urbanos, a grandes pilotos nacionales y extranjeros como SurteesTorras, Herrero, los hermanos Sirera, Cañellas, Busquets, Medrano, Bandilora, Hailwood, Pasolini, Bergamonti, Read, Taveri, Grace, Redman...

En los setenta, cuando dejó de correr, vivió el ocaso de la industria nacional, la emoción de los primeros motoclubs, las aventuras de los primeros viajes internacionales, el ambiente de esas jovenes concentraciones... Su Ossa fue la primera moto en la que fui de paquete, tan pequeño que solo me acuerdo de una ocasión, caia tanta agua que tuvo que dejarla en un garaje de Carabanchel, el que seria nuestro futuro barrio. Llegaron los años 80 y me enseñó a montar en moto justo antes de mi octavo cumpleaños. Me llevaba de paquete en su Vespa 160 o en su Guzzi, camino a Montjuic o a Andorra. Subimos juntos muchas veces a la caseta del monte Abantos, hice de pinche incontables tardes y mañanas en su garaje o en algún taller desmontando todas nuestras motos, una y otra vez, mientras ibamos con sus amigos a algunos Grandes Premios y a docenas de carreras urbanas. Intentamos ser piloto de motocross pero la aventurilla duró pocos años. Jamás me contó trolas. Al pan pan y al vino vino. No habia dinero para más fiestas, habia que aceptarlo. Salimos de ruta con mi Ducatilla y empecé a disfrutar de mis primeras concentraciones también como conductor. Esa década para mi fue mágica. Crecí entre gente asombrosa cuyo corazón y hazañas casi anónimas eran realmente asombrosas. No puedo explicarlo de otra manera. Pero no voy a aburriros más...

Ha dado la ¿casualidad? que termine este post el día 19 de marzo, el día del padre. Tenia pensado publicar este pequeño texto que preparó el mío, hace un par de años, sobre la década de los setenta y el inexorable paso del tiempo. Sirva ahora su publicación como sincero homenaje hacia él, mi héroe favorito de carne y uso, Luis Fernández Sainz, el que me hizo las orejas (¡junto a la mamá!) y el que me enseño tantas cosas que, torpemente, intento replicar en mi vida desde niño. ¡Gracias maestro!


"Un viejo amigo de juventud, Gustavo Cuervo, me pidió que contara para su libro, brevemente, mis vivencias motociclistas de la década de los setenta.

Aquella década se caracterizó por la convulsiva transformación política y social que sacudió este país y del que no fue ajeno el motociclismo. Este pasó de ser un medio de transporte eficaz y económico a icono de libertad y esparcimiento.

Nacieron nuevas formas de entender y practicar el motociclismo. Quizá la más significativa sin duda fue la creación de la reuniones y concentraciones motociclistas, encuentros entre motoristas de distintos lugares a fin de compartir experiencias y anécdotas en franca camaradería durante horas.

Cualquier excusa era válida para partir rumbo a Pons de Suert, Arguis, Andorra e incluso cruzar los Pirineos por el exigente puerto de Somport camino de Olorón St. Marie. Incluso me animé a viajar hasta Paris con mi OSSA 230 en el año 1973.

La proliferación de eventos propició la creación de peñas y motoclubs ruteros, como por ejemplo, el Pole Position, M.C. Pirineos, M.C. Turismo MCT o la Escudería Los Hierros. Así como el nacimiento de una solidaridad motociclista que aún perdura a pesar de los años trascurridos.

Entre mis muchos recuerdos puedo destacar, por ejemplo, la concentración de Andorra de 1974; fiestón de moteros y gamberretes, calle arriba, calle abajo, atronando y provocando una situación de "ciudad tomada" que todavía pervive en la memoria de los que la vivieron. Eventos como este nos enseñó la gran diferencia que, en esos años, había entre los motociclistas españoles y los europeos, concretamente los franceses. Allí acudíamos los españolitos con nuestra motos de dos tiempos frente las primeras tetracilindricas japonesas o italianas (frágiles Ducatis, Benellis o Laverdas…) pero compartiendo un mismo sentimiento y una misma pasión. Viajar hasta Francia era lo más cercano a vivir (y sufrir) toda una aventura. Rara era la ocasión en que nuestros viajes no eran salpicados por las consecuencias de aquellas frágiles mecánicas y duras carreteras pero, a diferencia de ahora, raro era ver a un motorista en la cuenta y no parar para echarle una mano. Fueron tantas ocasiones que ahora veo ridículo cuando a uno de nosotros parado en el arcén le sobrepasa otro y simplemente le toca el claxon. Nunca olvidaré el viaje a París o el lluvioso viaje a Nogaro con mi flamante Sanglas 500, con motivo del GP de Francia del 78 en compañía de un buen amigo de Zaragoza. Llovía tanto que llegamos muy tarde, sin posibilidad de encontrar una pensión con camas. El toldo de un restaurante cerrado nos sirvió de cobijo hasta que su dueño nos hizo señas para levantarnos de su puerta. A diferencia de lo que imaginábamos, el francés nos invito a su local, preparo varios pollos asados y nos dejó aparcar las motos en su garaje.


Dentro del mundo de la competición, a nivel internacional, la década comenzó con la triste desaparición del grandísimo Santiago Herrero en la isla de Man. Solo Angel Nieto y luego el gran Ricardo Tormo (junto al también malogrado Víctor Palomo) hicieron sonar nuestro himno en multitud de países del continental circus. Personalmente creo que fue una de las mejores décadas pues tuvimos la inmensa fortuna de ver en directo a nuevos héroes como Barry Sheene, Kenny Roberts o Christian Leon y saborear, todavía, el buen hacer de viejas leyendas como Agostini o Read. Si grandes fueron esos pilotos grandes fueron también ciertos trazados que quiero rememorar. Tuvimos la suerte de ver competiciones inimitables como las míticas 24 Horas de Montjuic o los primeros grandes premios celebrados en el glorioso Jarama como aquel en que Nieto perdió un título y gano otro en la misma jornada.



Tampoco quiero olvidar esas entrañables carreras en cuesta o de velocidad en circuitos urbanos como el de Cullera, La Linea o la del polígono de Guadalajara donde grandes maestros como Ricardo Tormo, Benjamín Grau o el mismo Nieto nos deleitaron con su maestría. Sin duda aquellos trazados presentaban sus limitaciones pero nunca volveremos a disfrutar de esa manera tan directa las carreras de motos.



Hoy, con el pelo blanco y algún achaque fruto de mi mala salud de hierro, puedo afirmar que en esa década trascurrieron los mejores años de mi vida motociclista.

Luis Fernández."

Feliz día del padre, papi!!!



GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...